Cuéntame una historia, una historia de verdad. No, no vengas
con pequeñeces, no es eso, háblame de senderos entre valles, de gaviotas sobre el
mar.
Cuéntame una historia, una historia sobre ella, ella que
envejeció finalmente, y entre cuentos se perdió, y hoy es sólo una canción.
Cuéntame sobre él, con su mirada de niño, esa mirada curiosa
que ha de conservarse, porque ésa, ésa es la única manera de vivir. Cuéntame de
esos ojos entusiastas, que no perdieron el placer por perseguir el camino de
cualquier pregunta… de todas las preguntas…
Cuéntame de ti, que aunque tu alma ya es nocturna, aún
tienes joven el corazón, palpitante de juego, de ganas, de éxtasis, de
posibilidad.
Pero no me cuentes del sabor de tus labios, que lo exploro
con mi boca, que se me ha impregnado, que es mi alimento… que se ha mezclado
con el mío… que es nuestro.
Abre el libro, cuéntame una historia, elige, que siempre la
estarás contando bien.
Toma mi mano y guíame, muéstrame, regálame sutiles maravillas
del mundo… he estado atenta, he vivido la historia que abrías para mí...
Que de eso se trata el cuento, que la vida es saber de historias…
y hacer historias.
Hagamos una historia... también hoy.
Cuéntame... cuéntate...